ETERNOS IDIOTAS

7:19:00

LOS ETERNOS IDIOTAS
Domingo de octubre. Sombrío, nebuloso, opaco. La obscuridad se cierne sobre el firmamento. Tan sólo el resplandor artificial y mecánico de los televisores y computadores se vislumbra tras el distante vidrio de las ventanas. Tecnología. Innovación, “progreso”, lo llaman. El entorno te arrastra irremediablemente a la pulsión frenética e irracional del teclado. Google, Google, siempre Google. Complejo cometido el de nadar, bracear entre tal mare magnum de bazofia, mitología, insignificancia y chatarra periodística a la que acostumbra el buscador para alcanzar una mera reseña, imperceptible en una vacuidad tan a su vez repleta, que contenga un ápice de relevancia. La hallo, aunque me arrepiento al instante de no haber refrenado las riendas de mi curiosidad. “En estatua de sal te convertirás”. Y aquí me tienen, escribiendo desde el salitre de indignación, estupor y bochorno.
La tal noticia era la siguiente, agárrense: “El proyecto de Real Decreto que modificará el Real Decreto 1614/2009 establece que los estudios titulados superiores de enseñanzas artísticas en España dejarán de ser graduados universitarios para pasar a ser titulados superiores”. Purgando la cita de los entramados lingüístico-jurídicos con que el BOE engalana sus notificaciones (y que parecen destinados a que ni el último mono entienda una sola palabra), la síntesis enunciaríase así: “El Estado considera que la función de los artistas (músicos, poetas, pintores, actores) en nuestra sociedad es equiparable a la de una estufa de carbón en pleno mes de agosto sobre las dunas diurnas del desierto del Sáhara”. Es la candidez perniciosa, la aguda ignorancia de quien establece categorías clasificatorias en función de la “utilidad” que se presupone a ciertas disciplinas, según las cuales todo aquello que careciera de pragmatismo inmediato debería ser condenado a la extinción.

Ingenieros, arquitectos, biólogos, doctores, asesores, fiscales o notarios son aupados y jaleados porque, además de cumplir un papel primordial (el firmante no lo duda), “aportan algo” (qué escamosa es esta oración) al país, a la funcionalidad pura y estructural de una nación. En base a este criterio, escritores, compositores, ilustradores o cineastas son poco menos que hemorroides en el trasero del Estado. Y es perfectamente comprensible. ¿Qué diantres han aportado García Márquez, Vargas Llosa, Vincent Van Gogh, Monet, Mozart, Vivaldi, Cervantes, Da Vinci, Miguel Ángel, Chopin o Chaikovski, Chaplin, Kubrick o Hitchcock? Y, ubicándonos en el presente, ¿Ken Follet, Reverte, The Beatles, The Rolling Stones o Mingote? Nada, ¿cierto?, absolutamente nada. Pura fantasía en un mundo de automatismo y maquinismo donde tan sólo es válido aquello que produzca un bien materialista, positivista, con un fin encorsetado dentro de una esquematización rígida, matemática. Y lo demás, fruslerías, vaguedades, ilusiones de seres inmaduros y marginales sin capacidad de integrarse en el entorno que los rodea.

Lo realmente irritante es que quienes cortan las alas del arte con sus desprecios y vilipendios gustan de sintonizar una buena emisora con que agasajar sus oídos, se deleitan con una célebre novela, contratan a un decorador para diseñar una reforma doméstica, no comprenden un fin de semana sin sesión cinematográfica o visionado de una comedia en televisión, acuden al teatro, buscan cobijo a sus desdichas en los hilarantes guiones de Los Simpsons y tararean bajo la ducha. También alaban El Quijote, dan muestras de su erudición con latinismos, reflexionan con las viñetas de Quino y loan el cubismo de Picasso. Y, lo que es peor, ignoran que tras todo ello algún día debió haber un excéntrico que, sabiéndose al margen de la sociedad, compuso un soneto, hilvanó un verso o trazó un magistral retrato.

Y ahora, en este preciso instante, mientras usted lee estas líneas, un Cervantes en potencia, un futuro Beethoven, intenta lidiar con un pentagrama o pelear con un alejandrino. Y, si no recibe su merecido apoyo institucional o académico, si es apaleado con la indiferencia y el ultraje, con la burla, con el “te vas a morir de hambre y acabarás durmiendo bajo un puente”, llegará el día en que arroje sus pinceles al retrete, cierre la tapa del piano y desista de su labor vocacional. Entonces, sólo en ese momento, estaremos arrebatando a la historia sus hitos.
Si alguien hubiera tildado de inútil a Shakespeare o a Mozart en su época, si alguien los hubiera instado a abandonar sus “majaderías”, el mundo habría ganado a dos médicos más, o ingenieros, o arquitectos, pero habría perdido lo inefable. Esos “alguien” hipotéticos acechan con más intensidad que nunca, ruidosos, indiscretos, ¿los escuchan?, son ellos, los eternos idiotas.

Alberto Esparza.


        ILUSTRACIÓN: MAITE RODRÍGUEZ MORENO.



TANTO EL ARTÍCULO COMO LA ILUSTRACIÓN SE ENCUENTRAN REGISTRADOS CON TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. SU COPIA Y DISTRIBUCIÓN SE PENARÁ CONFORME A LA LEGALIDAD VIGENTE COMO DELITO CONTRA LA PROPIEDAD INTELECTUAL.

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6 comentarios

  1. Maravilloso trabajo conjunto, ¡sois unos artistas!

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    1. ¡Gracias, M.José! Me alegro de que lo hayas disfrutado.

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  2. Sin cultura seremos peces fuera del agua. Necesitamos arte en cualquiera de sus facetas para vivir dentro de una sociedad donde el aire político y laboral se hace irrespirable. Alberto, no has podido reflejar mejor este hachazo al alimento esencial del ser humano, y lo has hecho, precisamente, con arte. Porque arte son cada una de las palabras que componen este soberbio artículo. Me ha sorprendido la utilización de la palabra "obscuridad", aunque poco usual en nuestro país, es mucho más auténtica y empleada con frecuencia en México, por ejemplo. Como escritor eres bueno pero como columnista no tendrías precio porque, además, se necesita gente auténtica y no pesebreros que escriban por encargo de determinado poder.
    Un saludo cordial.

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    1. Menudo halago, Mario, no me considero merecedor de tales elogios; la auténtica autoría del artículo es el estupor, la indignación que sentí en mis venas el día en que llegaron hasta mí noticias del decreto que cito. Sentí que mi deber no era otro sino plasmar esa irritación y, argumentándola, tratar de difundirla.

      Tal y como mencionas, el arte, además de ser uno de los vestigios culturales mediante el que las civilizaciones (pretéritas y presentes) reflejan su huella en la historia, también actúa a menudo como elixir para paliar las vicisitudes de la sociedad humana.

      Respecto al término "obscuridad", soy reacio a admitir las transformaciones fonéticas que se han dado durante los últimos años en la lengua (o que se han forzado a dar). Así, nunca omitiré la "b" preconsonántica en "obscuridad", "substancia" o similares (que se encuentran aceptadas en la RAE). Si obedecemos a estas metamorfosis, en un futuro emplearemos "asorto" en lugar de "absorto" u "otuso" en lugar de "obtuso". A nivel lingüístico soy muy tradicionalista, para bien o para mal (según suelen decirme, es para mal), pero no puedo evitarlo. Me congratula que hayas reparado en tal sustantivo y que, como yo, valores positivamente su autenticidad.

      Muchísimas gracias por el comentario, es siempre un placer leer tus opiniones y sugerencias. ¡Un saludo!

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  3. Pues aparte de un "amén" así de grande, poco más que añadir, ya lo has dicho tú todo con este señor artículo (de usted, por supuesto).

    Sigue escribiendo así, que lo haces muy bien. Te expresas con claridad y arte, que no es poco. Mucho más de lo que se puede decir de muchísimos artículos que se ven por ahí.

    Un beso, nos leemos.

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    1. Muchísimas gracias, leer críticas positivas es muy reconfortante. Todavía me queda una infinidad de aspectos por aprender en lo respectivo al articulismo pero, con la constancia de que lo que escribo en ocasiones gusta, ese aprendizaje se afronta con mayor ilusión.

      ¡Besos!

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