En el día de hoy, la entrada que publico se trata de un artículo de opinión literaria. Por ello, no pretendo convencer a ningún lector de mi posición. El contenido pues del mismo es plenamente subjetivo e imparcial. Suya es la libertad de extraer sus propias conclusiones, reflexionar sobre lo leído o, simplemente, desechar estas letras. El mío, en esta ocasión, es expresar una idea determinada, que expongo a continuación:
LA MUERTE DE LA LITERATURA
Tal vez les extrañe la elección de un título tan directo pero a su vez duro e inexpugnable. "¿Qué querrá decir este escritor de pacotilla en su delirio del sábado?", se preguntarán ustedes. "¿Acaso insinúa que la literatura ha muerto realmente, cuando se contempla más vívida que nunca?", podrán continuar . Y, contra todo pronóstico, les diré que comprendo su postura y confusión.
Pero, antes de que comiencen a dudar de mi cordura, les animo a que revisen el listado de los libros más vendidos (ahora bautizados como "bestsellers") del último año. O, incluso, pueden ir más lejos y perseguir los más afamados de la década en que nos hallamos. Y no, no me refiero a aquéllos que rompieron algunos esquemas iniciales y lograron resultados inesperados en base al planteamiento inicial. Tampoco a los que, por su relativo conocimiento y sus envidiables beneficios, permitieron a sus autores vivir con algo más de holgura y sosiego (y empleo estos términos moderados porque, como bien es sabido, el escritor siempre es el que más esfuerzo carga sobre sus espaldas y menos capital percibe, siendo las editoriales y otras estructuras quienes proceden al enriquecimiento desmesurado). Estoy aludiendo principalmente a aquellas obras que han dado el salto a los primeros puestos en nivel internacional, las que han manejado ingentes cantidades de dinero en producción de sus consiguientes filmes, promociones de éstas, marketing desproporcionado y demás elementos relacionados. Como la ejemplificación es siempre necesaria, ilustraré lo mencionado con algunos casos concretos: "50 Sombras de Grey", "Crepúsculo", entre muchas otras.
Llegados a este punto, ¿Han entendido ya el título?, ¿No refleja la fama de las obras citadas la extinción de la literatura o, al menos, de la concepción que de ésta hemos mantenido durante siglos? La calidad se ha esfumado.
El público, por desgracia y en detrimento de la cultura, ha antepuesto las historias vacuas, llanas, simples, con argumentos jugosos y ligadas siempre a absurdos tópicos repetitivos, frente al léxico cuidado, la erudición, la profundidad filosófica o reflexiva del contenido y el calado narrativo.
Si tiempo atrás lo que el lector esperaba del libro que adquiría era que lo llevase a la meditación y cavilación, hoy se prefiere a los que simplemente se dedican a entretener desde la trivialidad. Todo escrito que plantee cualquier conflicto interior o conduzca inevitablemente a la reflexión, es rechazado de forma inmediata por la inmensa mayoría de la población. Escuché recientemente la siguiente sentencia: "Dirígete al estante más recóndito de la biblioteca, retira el polvo que cubra la capa del más apartado, asegúrate de nadie haya preguntado por él. En ese momento, sabrás que tienes en tus manos un libro que merece la pena".
Tal vez se considere una exageración, pero se aproxima a lo que denuncio en estas líneas.
¿Cuántas ventas cosechan los clásicos de nuestra literatura, los ensayos intelectuales, la poesía lírica? Jamás figurarán entre los preferentes. Nos seguiremos inclinando por las historias de vampiros escolares, erotismos vacíos, amoríos necios, fantasía pueril.
No es lo peor que la literatura haya muerto, lo realmente triste es que, entre todos, estemos contribuyendo a enterrarla bajo toneladas de ignorancia.
Pero, antes de que comiencen a dudar de mi cordura, les animo a que revisen el listado de los libros más vendidos (ahora bautizados como "bestsellers") del último año. O, incluso, pueden ir más lejos y perseguir los más afamados de la década en que nos hallamos. Y no, no me refiero a aquéllos que rompieron algunos esquemas iniciales y lograron resultados inesperados en base al planteamiento inicial. Tampoco a los que, por su relativo conocimiento y sus envidiables beneficios, permitieron a sus autores vivir con algo más de holgura y sosiego (y empleo estos términos moderados porque, como bien es sabido, el escritor siempre es el que más esfuerzo carga sobre sus espaldas y menos capital percibe, siendo las editoriales y otras estructuras quienes proceden al enriquecimiento desmesurado). Estoy aludiendo principalmente a aquellas obras que han dado el salto a los primeros puestos en nivel internacional, las que han manejado ingentes cantidades de dinero en producción de sus consiguientes filmes, promociones de éstas, marketing desproporcionado y demás elementos relacionados. Como la ejemplificación es siempre necesaria, ilustraré lo mencionado con algunos casos concretos: "50 Sombras de Grey", "Crepúsculo", entre muchas otras.
Llegados a este punto, ¿Han entendido ya el título?, ¿No refleja la fama de las obras citadas la extinción de la literatura o, al menos, de la concepción que de ésta hemos mantenido durante siglos? La calidad se ha esfumado.
El público, por desgracia y en detrimento de la cultura, ha antepuesto las historias vacuas, llanas, simples, con argumentos jugosos y ligadas siempre a absurdos tópicos repetitivos, frente al léxico cuidado, la erudición, la profundidad filosófica o reflexiva del contenido y el calado narrativo.
Si tiempo atrás lo que el lector esperaba del libro que adquiría era que lo llevase a la meditación y cavilación, hoy se prefiere a los que simplemente se dedican a entretener desde la trivialidad. Todo escrito que plantee cualquier conflicto interior o conduzca inevitablemente a la reflexión, es rechazado de forma inmediata por la inmensa mayoría de la población. Escuché recientemente la siguiente sentencia: "Dirígete al estante más recóndito de la biblioteca, retira el polvo que cubra la capa del más apartado, asegúrate de nadie haya preguntado por él. En ese momento, sabrás que tienes en tus manos un libro que merece la pena".
Tal vez se considere una exageración, pero se aproxima a lo que denuncio en estas líneas.
¿Cuántas ventas cosechan los clásicos de nuestra literatura, los ensayos intelectuales, la poesía lírica? Jamás figurarán entre los preferentes. Nos seguiremos inclinando por las historias de vampiros escolares, erotismos vacíos, amoríos necios, fantasía pueril.
No es lo peor que la literatura haya muerto, lo realmente triste es que, entre todos, estemos contribuyendo a enterrarla bajo toneladas de ignorancia.
ALBERTO ESPARZA HUETO